El Lobo-hombre(v.1) by Boris Vian

El Lobo-hombre(v.1) by Boris Vian

Author:Boris Vian
Language: es
Format: mobi
Tags: narrativa varios
Published: 2012-01-21T11:31:59.827273+00:00


(1946)

Marsella comenzaba a despertar

1

Marsella comenzaba a despertar.

El aprendiz de carnicero levantó el medio cierre de hierro pintado de verde aceituna que cubría la mitad superior del frente de la carnicería. La cosa produjo un violento ruido metálico, pero el aprendiz podía silbar todavía con más fuerza, y así lo hizo. Silbaba El vals de Palavas tampoco es traba para la agencia Havas[14] obsesivo soniquete aprendido de la radio, que lo despachaba en tiradas interminables a lo largo de toda la jornada.

A continuación, el aprendiz retiró la metálica reja de tres cuerpos que cerraba la parte inferior del frente del establecimiento, y la depositó en el lugar acostumbrado. Hecho lo cual, barrió el aserrín esparcido la víspera, y se echó a descansar dándole vueltas a los pulgares.

Los pasos del patrón en el pasillo le recordaron algo. Abalanzándose sobre un hermoso y flamante cuchillo adquirido la víspera, comenzó a pasarlo frenéticamente sobre la chaira.

Entretanto, y aclarándose la garganta con un ruido nauseabundo como acostumbraba a hacer cada mañana, el patrón apareció. Se trataba de un tiazo moreno, un poco siniestro, y de aspecto semejante al de un turco. Sin embargo era de Nogent.

—Y bien —dijo—. ¿Ese cuchillo?

—Estoy empezando —respondió el mozo un poco azorado. Sus cortos y rubios cabellos, y su roma nariz le hacían parecido a un cochinillo.

—Deja ver.

El mozo alargó la hoja al patrón. Éste la cogió y se pasó el corte sobre una uña para probar el filo.

—¡M...! —blasfemó—. ¿Dónde has aprendido a afilar? Con un cacharro como éste no serías capaz de cortarle el cuello a un norcoreano.

Decía aquello para vejar a su aprendiz, del que de sobra le resultaban conocidas las inclinaciones revolucionarias.

—¡Oh! —protestó el mozo—. ¡A que sí!

Había hablado demasiado. Siniestro, el patrón le miraba fijamente.

—¡A que no! —dijo.

El mozo se sintió un tanto confuso. Tímidamente, intentó salir del paso.

—¿Macho o hembra...? —sugirió.

—¡Da lo mismo! —contestó el patrón con risa maliciosa.

Se aclaró la garganta por última vez. Como no podía soportarlo, el joven ayudante se puso a vomitar en el aserrín.



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